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    Pasajes del comentario de Paramahansa Yogananda sobre el Nuevo Testamento, publicado en tres volúmenes: La Segunda Venida de Cristo: La resurrección del Cristo que mora en tu interior

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    Introducción

    En estas páginas, ofrezco al mundo una interpretación espiritual, percibida a través de la intuición, de las palabras de Jesús; estas verdades las he recibido mediante la comunión real con la Conciencia Crística. [...] Muestran la perfecta unidad existente entre las revelaciones de la Biblia cristiana, el Bhagavad Guita de la India y todas las demás escrituras auténticas que han desafiado el paso del tiempo.

    Los salvadores del mundo no vienen con el propósito de fomentar divisiones doctrinales hostiles; sus enseñanzas no deben ser utilizadas para tal fin. Incluso referirse al Nuevo Testamento como la Biblia «cristiana» es, en cierto modo, impropio, dado que no se trata del patrimonio exclusivo de ninguna confesión religiosa en particular. La Verdad se halla destinada a beneficiar y elevar a la raza humana en su conjunto. Así como la Conciencia Crística es universal, así también Jesucristo pertenece a todos. [...]

    Al titular esta obra La Segunda Venida de Cristo, no me refiero en forma literal al retorno de Jesús a la tierra. [...] Un millar de Cristos enviados a la tierra no podrían redimir a sus habitantes a no ser que ellos mismos se convirtiesen en seres crísticos, al purificar y expandir su conciencia individual para recibir en ella la segunda venida de la Conciencia Crística tal como se manifestaba en Jesús. [...] El contacto con esta Conciencia, que se experimenta en el siempre renovado gozo de la meditación, constituye la verdadera segunda venida de Cristo y tendrá lugar directamente en la conciencia del devoto.

    El «hijo unigénito de Dios»: la Conciencia Crística

    Hay una distintiva diferencia de significado entre Jesús y Cristo. Jesús fue el nombre que recibió al nacer, en tanto que «Cristo» era su título honorífico. En el pequeño cuerpo humano llamado Jesús se produjo el nacimiento de la vasta Conciencia Crística, la omnisciente Inteligencia de Dios que está presente en cada elemento y partícula de la creación. Esta Conciencia es el «hijo unigénito de Dios», llamado así porque, dentro de la creación, constituye el único reflejo perfecto del Absoluto Trascendental, el Espíritu o Dios Padre.

    Fue a esa Conciencia Infinita, saturada del amor y la dicha de Dios, a la que se refirió San Juan cuando dijo: «Pero a todos los que la recibieron [la Conciencia Crística] les dio poder de hacerse hijos de Dios». [...]

    Mediante el uso de la precisa ciencia de la meditación —conocida durante milenios por los sabios y yoguis de la India y, también, por Jesús—, todo buscador de Dios puede expandir la capacidad de su conciencia hasta hacerla omnisciente y recibir dentro de sí la Inteligencia Universal de Dios.

    La verdad oculta en las parábolas de Jesús 

    «Sus discípulos se acercaron y le preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?”. Él les respondió: “Es que a vosotros se os ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. [...] Por eso les hablo en parábolas, porque mirando no ven, y oyendo no oyen ni entienden”». 

    Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús por qué enseñaba a la gente por medio de las sutiles imágenes de las parábolas, él les respondió: «Porque ha sido decretado que vosotros, que sois mis verdaderos discípulos, que vivís una vida espiritual y guiais vuestras acciones de acuerdo con mis enseñanzas, merecéis, en virtud de vuestro despertar interior en la meditación, comprender la verdad de los arcanos del cielo y el modo de alcanzar el reino de Dios, es decir, la Conciencia Cósmica oculta tras la creación vibratoria de la ilusión cósmica. Pero las personas comunes, cuya receptividad es todavía insuficiente, no están capacitadas para comprender o practicar las verdades más profundas de la sabiduría. Según su entendimiento, captan de las parábolas las verdades más sencillas contenidas en la sabiduría que yo les comunico. Mediante la aplicación práctica de lo que son capaces de recibir, realizan cierto progreso hacia la redención». [...]

    ¿Cómo es que perciben la verdad aquellos que son receptivos, en tanto que quienes no lo son «mirando no ven, y oyendo no oyen ni entienden»? Las verdades fundamentales relacionadas con el cielo y el reino de Dios, la realidad que se encuentra en el trasfondo de la percepción sensorial y más allá de las reflexiones de la mente racional, sólo pueden captarse a través de la intuición, es decir, mediante el despertar del saber intuitivo, o comprensión pura, del alma.

    Jesús el Cristo oriental: un yogui supremo  

    Cristo ha sido muy malinterpretado por el mundo. Incluso los principios más elementales de sus enseñanzas han sido profanados —crucificados a manos del dogma, los prejuicios y la falta de entendimiento— y la profundidad esotérica de esos principios ha quedado en el olvido. Bajo la supuesta autoridad de doctrinas del cristianismo forjadas por el hombre, se han librado guerras genocidas y se ha quemado a gente en la hoguera bajo la acusación de brujería o herejía. ¿Cómo podemos rescatar estas inmortales enseñanzas de las garras de la ignorancia? Es preciso conocer a Jesús como un Cristo oriental, como un yogui supremo que manifestó completo dominio sobre la ciencia universal de la unión con Dios y, por lo tanto, pudo hablar y actuar como un salvador que contaba con la voz y la autoridad de Dios. Jesús ha sido occidentalizado en exceso. 

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    La verdad esotérica revela la religión universal de la comunión con Dios

    [La] interpretación exotérica de las escrituras hace que la universalidad de la religión quede sepultada en el dogma. Sin embargo, la comprensión de la verdad esotérica revela un panorama de unidad. […] Las encarnaciones divinas no vienen con el propósito de ofrecer una religión nueva o exclusiva, sino para establecer de nuevo la Religión Única de la unión con Dios.

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    Si bien los templos y las iglesias fundados en su nombre son numerosos y, muchas veces, prósperos y poderosos, ¿dónde está la comunión que él enfatizaba —el contacto verdadero con Dios—? Jesús desea que se establezcan templos, ante todo, en las almas humanas; y luego, externamente, en lugares físicos de adoración. Hay, en cambio, enormes e incontables edificios cuyas inmensas congregaciones reciben adoctrinamiento en el eclesianismo, pero son pocas las almas que se encuentran realmente en contacto con Cristo a través de la oración y la meditación profundas.

    Cómo descubrir de nuevo el núcleo del mensaje de Jesús

    La falta de oración individual y de comunión con Dios ha apartado a los cristianos contemporáneos y a los grupos religiosos cristianos de la enseñanza de la percepción real de Dios que predicó Jesús, como también sucede con todos los senderos religiosos iniciados por profetas enviados por Dios, cuyos seguidores se desvían hacia los senderos secundarios del dogma y del ritual en vez de seguir el camino de la verdadera comunión con Dios. Los senderos que no incluyen un entrenamiento esotérico edificante para el alma se ocupan sólo de defender el dogma y construir muros para excluir a quienes tienen ideas diferentes. Los seres divinos que realmente perciben a Dios incluyen a todos en el sendero de su amor, no en el sentido de una congregación ecléctica, sino porque expresan una respetuosa amistad divina hacia todos los verdaderos amantes de Dios y hacia los santos de todas las religiones. 

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    El Buen Pastor de almas abrió sus brazos para recibir a todos, sin excluir a nadie, y mediante la atracción del amor universal impulsó al mundo a seguirle en el sendero hacia la liberación, a través del ejemplo de su espíritu de sacrificio, renunciamiento, capacidad de perdón, amor por igual para amigos y enemigos y, sobre todas las cosas, amor supremo por Dios. Ya fuera como el pequeño bebé en el pesebre de Belén, o como el salvador que sanaba a los enfermos, resucitaba a los muertos y aplicaba el bálsamo del amor sobre las heridas de los errores, el Cristo presente en Jesús vivió entre los seres humanos como uno más, para que también ellos pudieran aprender a vivir como dioses.

    El indescriptible amor de Dios  

    «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. […] Como el Padre me amó, yo también os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea perfecto»

    Jesús prometió a sus discípulos que si su conciencia se hallaba en perfecta sintonía con la Conciencia Crística y con sus emanaciones de la Vibración Cósmica —«si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros»—, serían capaces de demostrar increíbles maravillas al poner en acción el principio creativo universal. […]

    Jesús habló luego a sus discípulos con palabras tan hermosas que no podría haber otras más preciadas para el corazón del devoto y les dijo que los amaba con el mismo divino amor, imparcial e imperecedero, con que el Padre Celestial le amaba a él. […] Intenta imaginar el amor del que habla Jesús en estos versículos. […]

    Sentir ese amor espiritual de todos los corazones puros significa permanecer extasiado en un gozo tan inmenso, tan arrollador, que no se puede contener: una descarga de bienaventuranza atraviesa nuestro ser, mil millones de voltios de energía extática. Esta emoción divina se encuentra más allá de toda descripción; es una comunión de inefable dulzura con la Gracia Infinita, la Gloria Indescriptible, el Amparo Eterno. Éste es el amor de Dios que Jesús sentía y en el cual dio refugio a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado; permaneced en mi amor».

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    El Evangelio conserva un registro de las palabras que Jesús pronunció en esta sagrada ocasión, pero el lector debe comprender —y procurar sentir como si él también hubiese estado presente— que detrás de esas palabras se hallaba la presencia vibratoria tangible de Dios. En los momentos de confraternidad divina (satsanga) —como fue el caso de la Última Cena de Jesús con sus discípulos—, cuando el maestro habla, aquellos que son receptivos se sienten elevados a una conciencia superior que inunda de percepciones divinas sus corazones y mentes. Esta sintonía colma de manera sublime la conciencia del devoto siempre que éste invoca la gracia del gurú en el templo interior de la meditación profunda y devocional.

    La resurrección de Jesús y su presencia siempre viviente

    En la India, desde los albores de las eras superiores, los yoguis de elevada estatura espiritual han comprendido plenamente la resurrección. Jesús mismo era un yogui que tenía conocimiento y dominio sobre la ciencia espiritual de la vida y la muerte, el arte de comulgar con Dios y alcanzar la unión con Dios, pues conocía el método para liberarse del engaño y llegar al reino de Dios. Jesús mostró en su vida y en su muerte que poseía total dominio del cuerpo y de la mente, así como de las a menudo recalcitrantes fuerzas de la naturaleza. Entendemos la resurrección en su verdadera dimensión cuando llegamos a comprender la ciencia del yoga, que con toda claridad define los principios subyacentes que utilizó Jesús para resucitar su cuerpo crucificado y conducirlo a la libertad y la luz de Dios. […]

    Ninguna otra ciencia ha descrito en detalle el descenso del alma —la conciencia individualizada de Dios— hasta encarnarse en el hombre, y su ascenso evolutivo y espiritual para regresar al Espíritu. Después de hallarse perdida durante las épocas oscuras, la ciencia del Kriya Yoga ha resurgido en la época moderna como un método específico para acelerar la evolución espiritual de la conciencia humana y abrir el camino cerebroespinal interior de la ascensión, que permite liberar el alma a través del ojo espiritual y conducirla al reino del Espíritu Santo, la Conciencia Crística y la Conciencia Cósmica de Dios Padre.

    El Reino de Dios que está dentro de vosotros

    Existe una bella concordancia entre las enseñanzas de Jesucristo relativas a entrar en el «Reino de Dios que está dentro de vosotros» y las enseñanzas del yoga expuestas en el Bhagavad Guita por el Señor Krishna acerca de devolverle al Rey Alma —el reflejo de Dios en el ser humano— su justa potestad sobre el reino corporal y su plena realización de los celestiales estados de conciencia espiritual. Una vez que el hombre se ha establecido en ese reino interior de conciencia divina, la ya despierta percepción intuitiva del alma rasga los velos de la materia, de la energía vital y de la conciencia, dejando al descubierto la esencia de Dios que se encuentra presente en el corazón de todas las cosas. […]

    El Raja Yoga, el camino regio de la unión con Dios, es la ciencia de la auténtica realización del reino de Dios que está dentro de cada ser. Gracias a la práctica de las sagradas técnicas yóguicas de recogimiento interior recibidas de un verdadero gurú durante la iniciación, es posible hallar dicho reino mediante el despertar de los centros astrales y causales de fuerza vital y conciencia que se encuentran en la espina dorsal y el cerebro, y que son las puertas de acceso a las regiones celestiales de conciencia trascendente. Quien logra despertar dichos centros conoce al Dios omnipresente, tanto en su Naturaleza Infinita como en la pureza de su propia alma e incluso bajo el manto ilusorio de las mutables formas y fuerzas de la materia.

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    Jesús impartió enseñanzas que a primera vista parecen simples, pero que son mucho más profundas de lo que la mayoría de la gente supone. […] En [sus enseñanzas] se incluye toda la ciencia del yoga, el camino trascendental para alcanzar la unión divina a través de la meditación.